Las rosas en maceta se encuentran entre las flores más bonitas para cultivar. Se pueden cultivar y germinar tanto en el jardín como en macetas para nuestra terraza y aunque pueda parecer una planta particular, cuidarla es muy fácil. Solo hay algunos errores que no debes cometer y algunos trucos que debes tener en cuenta para que sobreviva.

Las rosas son la flor del amor. Cultivarlos en macetas puede parecer difícil y, sin embargo, ¡se necesita muy poco! Basta con seguir unos pocos pasos y trucos para que crezcan exuberantes en nuestro jardín o en nuestra terraza.

Tan pronto como compre las rosas, primero retire la película protectora que las envuelve y luego proceda inmediatamente con el trasplante.
Elegimos una maceta grande y más alta porque con el tiempo crecerán las raíces.
Ponemos arcilla en el fondo para facilitar el drenaje procediendo con una capa gruesa de unos 5cm.
Entonces es el momento de añadir la base de la planta y por lo tanto la tierra para macetas. Introducimos también la planta y con la ayuda de unos guantes hacemos que se adhiera bien al suelo. Luego añadimos más tierra hasta dejar una distancia de 2cm desde el borde de la maceta.
Por último, diluimos un tapón de abono líquido en un litro y medio de agua y luego pasamos a fumigar nuestra planta. Fertilizamos regularmente todos los años porque este tipo de planta necesita ser alimentada con frecuencia para crecer sana y robusta.

Evitemos tener estos plantones en casa, ya que los brotes se debilitarían y las hojas se caerían, por lo que si realmente no tenemos un jardín, incluso una terraza estará bien.
Colocamos el jarrón en el exterior para embellecer balcones y terrazas. Recordando que también les gusta la luz directa pero solo unas pocas horas al día. Es una planta que necesita ser regada regularmente sobre todo durante las estaciones más calurosas. Sin embargo, siempre tenemos cuidado de evitar el estancamiento del agua.
Para las plantas de rosales (pero en general para cualquier tipo de planta) es recomendable hacerlo después de las 22 horas pero antes del amanecer, cuando no hay sol. Regar las plantas cuando el sol pega fuerte daña las propias hojas de las plantas: las gotas de agua se depositan sobre las hojas y se convierten en lentes, quemándolas.